miércoles, 10 de diciembre de 2014

Asombro y desconcierto en el primer encuentro

Era 1518; los españoles ya habían ocupado  varias islas caribeñas e iniciaban la exploración del continente. Un día ocurrió un hecho que narra el cronista Diego Durán: deambulaba por la costa del Golfo de Méjico un vagabundo que, de pronto, vio algo que lo dejó atónito. Era tan extraño, tan insólito, que decidió ir a la ciudad de México-Tenochtitlán para informar al rey Moctezuma.  Le dijo que se había movido á venir… [para] avisar de lo que había visto…: que andando junto a la orilla del mar vio, en medio del agua, un cerro redondo que andaba de una parte a otra…, cosa espantosa y de admiración… Moctezuma, impresionado por el relato,  envió observadores que le confirmaron la noticia:

Éstos vieron una cosa espantosa, grande y redonda…que andaba de aqui  para allí por encima del agua, hacia una parte y hacia otra, y que dentro de ella había gente…Que tendían unas grandes mantas en los mástiles… [y] era cosa misteriosa… andar aquel navío sin que nadie lo llevase, por encima del agua…

Lo que observaban con tanto asombro era la nave de Juan de Grijalva, uno de los primeros exploradores de la costa mejicana cuyos informes incentivaron a Hernán Cortés para realizar la conquista del imperio azteca.

Tiempo después, en 1532, cuenta el cronista Juan de Betanzos que mientras el Inca Atahuallpa se dirigía a Cajamarca después de haber vencido en batalla a su hermano Huáscar, llegaron a verle cuatro indios tallanes, del pueblo costero de Tangarala quienes le contaron lo siguiente:

Que por el mar habían llegado seres extraños a cuyo señor le llamaban capito, -por capitán-.  Los describieron como  gentes blancas y barbudas, que traían unas bestias  grandes y muy altas -los caballos- y caminan encima de ellas y a donde ellos quieren que vayan… allí van y si quieren que corran… hacen tanto estruendo que hacen temblar la tierra…

Contaron que vístense de manera que no hemos visto… nunca…Vienen tan vestidas que no se les parece… sino la mitad de las manos y la cara, y desta la mitad traen cubierta con las barbas… Que las manos sólo se les vieron  cuando comían… porque las traían cubiertas con otras manos… hechas de cuero -los guantes-.

 Además de los caballos les llamaron la atención las armas. Contaban  que de la cintura les colgaba cierta pieza… el largor… de casi una braza… -las espadas- que relumbraba como plata… que con aquellas les cortaban las cabezas  a los animales que iban a comer, de un solo golpe. Que comían la carne cocida y no comían carne humana…  También relataron que tenían cierta cosa que parece… de plata y hueca y echan dentro… cierta cosa como ceniza -pólvora- y péganle fuego por un agujerillo… y sale por el hueco… una gran llama y… da un tronido que parece el trueno del cielo…

Los indios tallanes se referían a estos extraños  llamándoles Viracocha porque el dios de ese nombre que… antiguamente… hizo las gentes… se había metido por ese mar  -el Océano Pacífico-  y ahora por él regresaba. Atahuallpa, al escuchar tantas asombrosas novedades relativas a los forasteros que quedó dudando de si se trataba de hombres o dioses.
La realidad es que el grupo español que los indios vieron en aquel abril de 1532  y describieron de tal manera, eran Francisco Pizarro y  sus hombres. Habían desembarcado en Túmbez y el 16 de noviembre apresaron al Inca Atahuallpa y tomaron posesión del imperio incaico.

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