viernes, 3 de febrero de 2017

De emperador omnipotente a prisionero

Con el pasar de las horas Atahuallpa se serenó aunque las cosas hubiesen sucedido tan al revés de lo que él tenía pensado.   Resignado a su suerte, acostumbraba conversar con sus captores a quienes dijo que había sido engañado por sus capitanes, que le dijeron que no hiciese caso de los españoles…  Les explicó que, desde que desembarcaron, tuvo noticia de cuántos españoles y caballos eran, y que los subestimó  siendo tan pocos para la muchedumbre de sus gentes porque en dos ejércitos tenía más de cien mil hombres.

Contó que tan seguro se sentía de derrotarlos, que tenía planeado tomar los caballos y yeguas -que de las posesiones españolas era la que más concitó su atención- para hacer casta, es decir, cría. En cuanto a los españoles, a unos [pensaba] sacrificar al Sol y a otros castrarlos para el servicio de su casa y guarda de sus mujeres, como él lo acostumbraba.  

A los españoles les causaba admiración su señorío pues,  así preso como estaba tenía estado de señor. También,  el hecho de que no obstante su circunstancia, la veneración que los súbditos le tenían no hubiera disminuido.  Por el contrario, cada día venían de cada provincia a visitarlo… y cada uno traía presente de lo que había en su tierra, así… oro como plata y otras cosas. Era grande el acatamiento con que entraban a hablarle y él, ante ellos, se comportaba muy como príncipe, no mostrando menos gravedad estando preso y desbaratado que cuando era emperador. No obstante, temía que le habían de matar y entonces, para comprar su vida y libertad,  prometió llenar la habitación que ocupaba de objetos de oro y plata que haría traer de todo el imperio.   

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