En enero de 1494 Cristóbal Colón hizo su segundo viaje a América. Llegó a la isla La Española, hoy Santo Domingo, poblada por indios arahuacos de los cuales había llevado algunos a España, de regreso del primer viaje, para que enseñaran su lengua.
Entre quienes la aprendieron se contaba un fraile de la Orden de los Gerónimos llamado Ramón Pané, al que encomendó recorrer las aldeas indígenas para recabar datos sobre sus usos, costumbres, creencias y tradiciones. Así lo hizo el fraile y reunió sus observaciones en la Relación acerca de las antigüedades de los indios, primer estudio de carácter etnográfico sobre aborígenes americanos.
Entre las varias informaciones que da, hay una de valioso interés médico, tomada de un mito relativo a los primeros seres humanos que habitaron la isla y a cómo se dispersaron por ella. Cuenta que, originalmente, todos los humanos vivían en cuevas, cada varón con sus mujeres e hijos, pero un día, un joven llamado Guahayona decidió abandonar las cuevas para buscar otro lugar donde vivir. No se fue sin compañía, sino que instó a todas las mujeres a seguirlo, incluso a las casadas que abandonaron esposo e hijos. Con ellas partió y anduvo recorriendo la isla durante un tiempo hasta que, en un momento dado, quizá porque ya habrían nacido niños que significarían una rémora para la marcha, decidió abandonar su harén y continuar viaje solo.
Pronto -promiscuo como era- comenzó a extrañar la compañía femenina y creyó hallarla cuando, andando por la playa, encontró una mujer llamada Guabonito. Intentó seducirla, pero ocurría -según escribe Fr. Ramón- que Guahayona estaba lleno de aquellas llagas que nosotros [los españoles] llamamos mal francés. En otras palabras, Guahayona padecía sífilis y Guabonito, advirtiéndolo, en lugar de ceder a sus requerimientos lo aisló en un lugar apartado hasta que se curó. Después lo abandonó, no sin antes obsequiarle unos talismanes que salvaguardaran su salud.
Este mito -que como todos debió tener alguna raíz en la realidad- resulta muy interesante por aclarar una duda que suele plantearse: ¿Los españoles contagiaron la sífilis a los aborígenes americanos o éstos a ellos? La conclusión a que nos conduce el mito es que, a fines del siglo XV, cuando los españoles llegaron al Nuevo Mundo, hacía mucho que la enfermedad existía en él, tanto como para estar incorporada a un antiguo mito transmitido por vía oral, durante generaciones; por cierto que también existía en el Viejo y los europeos la identificaban como Mal francés o Mal de Nápoles. Es decir, que era una enfermedad infecciosa difundida por todo el globo desde antes de la conquista, dato corroborado por la Paleontología ya que en algunos cementerios aborígenes, prehispánicos, se han encontrado esqueletos que presentan lesiones óseas típicas de este mal.
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