Era 1518; los españoles ya habían ocupado varias islas
caribeñas e iniciaban la exploración del continente. Un día ocurrió un hecho
que narra el cronista Diego Durán: deambulaba por la costa del Golfo de Méjico
un vagabundo que, de pronto, vio algo que lo dejó atónito. Era tan extraño, tan
insólito, que decidió ir a la ciudad de México-Tenochtitlán para informar al
rey Moctezuma. Le dijo que se había movido á venir… [para] avisar
de lo que había visto…: que andando junto a la orilla del mar vio, en medio del
agua, un cerro redondo que andaba de una parte a otra…, cosa espantosa y de admiración… Moctezuma,
impresionado por el relato, envió observadores que le confirmaron la
noticia:
Éstos vieron una cosa espantosa, grande y
redonda…que andaba de aqui para allí por encima del agua, hacia una parte
y hacia otra, y que dentro de ella había gente…Que tendían unas
grandes mantas en los mástiles… [y] era cosa misteriosa… andar aquel navío sin
que nadie lo llevase, por encima del agua…
Lo que observaban con tanto asombro era la nave de Juan de
Grijalva, uno de los primeros exploradores de la costa mejicana cuyos informes
incentivaron a Hernán Cortés para realizar la conquista del imperio azteca.
Tiempo después, en 1532, cuenta el cronista Juan de Betanzos
que mientras el Inca Atahuallpa se dirigía a Cajamarca después de haber vencido
en batalla a su hermano Huáscar, llegaron a verle cuatro indios tallanes, del
pueblo costero de Tangarala quienes le contaron lo siguiente:
Que por el mar habían llegado seres extraños a cuyo señor le
llamaban capito, -por capitán-. Los describieron como
gentes blancas y barbudas, que traían unas bestias grandes
y muy altas -los caballos- y caminan encima de ellas y a donde
ellos quieren que vayan… allí van y si quieren que corran… hacen tanto
estruendo que hacen temblar la tierra…
Contaron que vístense de manera que no hemos visto…
nunca…Vienen tan vestidas que no se les parece… sino la mitad de las manos y la
cara, y desta la mitad traen cubierta con las barbas… Que las manos
sólo se les vieron cuando comían… porque las traían cubiertas con
otras manos… hechas de cuero -los guantes-.
Además de los caballos les llamaron la atención las
armas. Contaban que de la cintura les colgaba cierta pieza… el
largor… de casi una braza… -las espadas- que relumbraba como
plata… que con aquellas les cortaban las cabezas a los animales
que iban a comer, de un solo golpe. Que comían la carne cocida y
no comían carne humana… También relataron que tenían cierta
cosa que parece… de plata y hueca y echan dentro… cierta cosa como ceniza -pólvora- y
péganle fuego por un agujerillo… y sale por el hueco… una gran llama y… da un
tronido que parece el trueno del cielo…
Los indios tallanes se referían a estos
extraños llamándoles Viracocha porque el dios de ese
nombre que… antiguamente… hizo las gentes… se había metido por ese
mar -el Océano Pacífico- y ahora por él regresaba.
Atahuallpa, al escuchar tantas asombrosas novedades relativas a los forasteros
que quedó dudando de si se trataba de hombres o dioses.
La realidad es que el grupo español que los indios vieron en
aquel abril de 1532 y describieron de tal manera, eran Francisco Pizarro
y sus hombres. Habían desembarcado en Túmbez y el 16 de noviembre
apresaron al Inca Atahuallpa y tomaron posesión del imperio incaico.
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