miércoles, 9 de marzo de 2016

Dos adalides rumbo a CAJAMARCA

En medio de los Andes peruanos, aproximadamente a 5°4’ de latitud sur, se encuentra Cajamarca, localidad  donde tuvo lugar un hecho de trascendencia histórica: el encuentro de Francisco Pizarro con Atahuallpa.

Era fines de 1532 y el Inca se encaminaba a Cajamarca. Iba  exultante y ensoberbecido pues había derrotado y apresado a su hermano Huáscar en la cruel guerra que mantuvieron  por la posesión del trono. Gracias a sus espías estaba enterado de la aparición de hombres extraños, barbados que montaban animales nunca vistos, que marchaban hacia el mismo destino. Eran menos de 200 por lo que  consideraba que podría eliminarlos fácilmente cuando así lo quisiera.

Se trataba de Francisco Pizarro que iba a su encuentro, a la cabeza de una hueste integrada  por 164 hombres: 62 a caballo y 102 a pie. Cuando el viernes 15 de noviembre llegó a Cajamarca, encontró el pueblo vacío, excepto por las Vírgenes Escogidas, encerradas en sus Casas, dedicadas  a hacer vestimenta, ojotas y chicha para el ejército del Inca. Pizarro se alojó en el lugar que le pareció más seguro: la plaza. Era un extenso espacio amurallado, con una sola puerta de ingreso, dentro del cual se levantaban tres enormes casas  o galpones y una fortaleza ubicada en el centro. Desde la altura de ella podía verse, a la distancia, el real o campamento  de Atahuallpa que el cronista Francisco de Jerez describió así:

Estaba asentado a la falda de una serrezuela; las tiendas eran de algodón, tomaban una legua de largo, en medio estaba la de Atahuallpa. Toda la gente estaba fuera de sus tiendas en pie, y las armas hincadas en el campo, que son unas lanzas largas… Parecióles [a los españoles] que había en el real más de treinta mil hombres.

Así lo corroboraron quienes, enviados por Pizarro,  fueron a la tarde a saludar al Inca. Uno de ellos observó que Todo el campo estaba cercado de escuadrones de gente armada con picas, alabardas y flechas, más tiraderas, hondas… porras y mazas. Además, el Inca en todo momento  se mantuvo  rodeado por unos cuatrocientos indios que parecían gente de guarda. Los españoles, mediante un intérprete, le transmitieron el  mensaje que Pizarro le enviaba: que viniese a verse con él, porque tenía mucho deseo de… conocerlo  por las buenas nuevas que de él tenía. Como ya anochecía, los visitantes dieron por concluida su visita y se despidieron, quedando Atahuallpa de ir a ver a Pizarro el otro día…

Llegada la mañana de ese nuevo día, dos veces el Inca le envió mensajesdistintos al jefe español; una vez decía que había de venir con sus armas, otra vez… que había de venir sin ellas. Pizarro, cuya norma era jamás mostrar vacilación ni temor, le respondió Que venga enhorabuena como quisiere, que de la manera que viniere lo recibiré como amigo y hermano. Sin embargo, no dudaba de que el orgulloso Atahuallpa vendría armado, dispuesto a aniquilarlos a él y a su gente, confiado en la superioridad numérica de su ejército. Entonces comenzó a planificar la estrategia a seguir.

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