domingo, 12 de marzo de 2017

Sucesos diversos de la conquista de America. SUCESO QUINTO

En América no había ningún animal que se equiparara al caballo, que reuniera sus condiciones de tamaño y alzada imponentes, vigor, velocidad y compenetración con  el jinete que lo montaba. En las expediciones y en las batallas ambos se complementaban  y hubo casos en que mientras aquél peleaba con su lanza y espada, el caballo lo “ayudaba” mordiendo al adversario como si fuera perro.
Hay anécdotas protagonizadas por caballos, una de ellas muy curiosa narrada por  Gonzalo Fernández de Oviedo: Un grupo de españoles  de a pie intentaba, desde hacían seis días, ingresar a un valle, pero los indios de un pueblo allí levantado, alertas ante el avance de gentes extrañas, nunca vistas,  se lo impedían fieramente. La sexta noche, exhaustos ambos contendientes, se retiraron a descansar, los indios a su pueblo y los españoles a su campamento donde les llegó el refuerzo de varios jinetes. Mientras dormían, se soltaron tres o cuatro caballos que, inquietos por algo, huyeron a donde estaban los enemigos e irrumpieron en el pueblo galopando y atropellando cuanto hallaban a su paso. Los indios  se despertaron y, al salir de sus chozas, en la penumbra nocturna distinguieron varios bultos amedrentantes y como no sabían qué cosa eran los caballos, y sintieron su estruendo y relinchar, y vieron la furia e ímpetu con que entraban, pensaron que los iban a comer y, aterrados, huyeron a los cerros abandonando el pueblo. Cuando los españoles se despertaron,  comprobaron afligidos que les faltaban caballos, les siguieron el rastro y los encontraron vagando como dueños y señores por el caserío. Y así fue cómo unos cuantos  caballos “tomaron” un pueblo sin que mediara batalla alguna.


                                                                                                                        Teresa Piossek Prebisch

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