El próximo 12 de octubre se cumplirán 523 años del Descubrimiento de América cuando, después de dos meses y nueve días de navegación, Cristóbal Colón llegó a la isla antillana de Guanahaní que él llamó San Salvador, de la cual tomó posesión en nombre de los Reyes Católicos, en solemne ceremonia registrada por escribano. ¿Y cómo era Colón, ese audaz navegante que se atrevió a desafiar el Mar Océano o Mar Tenebroso como entonces denominaban al Océano Atlántico? El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, que lo conoció personalmente, dejó de él esta vívida descripción:
Era hombre de honestos parientes e vida, de buena estatura e aspecto, más alto que mediano, e de recios miembros; los ojos vivos, e las otras partes del rostro de buena proporción; el cabello, muy bermejo, e la cara algo encendida e pecoso; bien hablado, cauto e de gran ingenio e gentil latino e doctísimo cosmógrafo; gracioso cuando quería; iracundo cuando se enojaba.
Su biógrafo Paolo Emilio Taviani lo define como genio del mar y sintetiza en un magistral párrafo la dimensión de su hazaña:
Sólo a raíz del descubrimiento de Colón, Europa, Asia y África tuvieron conocimiento de la existencia de un Nuevo Mundo. Y América tuvo conocimiento de la existencia de tres continentes. Fue un mutuo descubrimiento que cambió profundamente el curso de la historia humana.
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