¿Y con qué servicio médico contaban esos soldados conquistadores para aliviar sus sufrimientos? Díaz del Castillo menciona dos personajes integrantes de la hueste de Cortés:
Uno que era un zurujano -cirujano- que se llamaba maestre Juan, que curaba algunas malas heridas aunque cobrando excesivos precios.
Otro era un medio matasanos que se decía Murcia, que era boticario y barbero, que también curaba.
El tercer personaje que cita era el soldado Juan Catalán, especie de enfermero y santón, que mientras la generalidad de sus compañeros se curaba con las medicinas al alcance de su mano, él nos las santiguaba y ensalmaba... todas las heridas y descalabradas. Agrega que los indios amigos que a todo padecimiento del cuerpo lo consideraban obra de algún espíritu maléfico, se impresionaron tanto al verlo obrar así, como un inspirado de los dioses, que iban a él y eran tantos, que en todo el día tenía harto de curar. No nos dice cuál era la reacción de los indios cuando sus tratamientos fracasaban.
En la crónica de Díaz del Castillo también figura la tremenda sífilis y describe patéticamente a un sifilítico que era un funcionario designado por la Corona. Escribe que era muy viejo y caducaba, y estaba tullido de bubas -manifestación característica del mal- y, a continuación, agrega un detalle singular que podía ser otra manifestación: estaba tan doliente y ético que le daba de mamar una mujer de Castilla, y tenía unas cabras que también bebía leche de ellas. Es decir, que su debilitado estómago era similar al de un niño de pecho por lo que no aguantaba otra cosa que leche.