En la historia menuda bien merece ser incluida la que podemos titular “Historia de los jabones”, exponente de los progresos con que la ciencia ha contribuido a simplificar las tareas de limpieza doméstica.
De mi primera infancia recuerdo sólo dos tipos de jabón: el “de pan” y el “de manos.” El primero -especie de pequeño ladrillo amarillento- se usaba para lo más variado: lavar la ropa, los platos y las cacerolas, además de para bañar a los perros. Su poder limpiador era tal, que las manos de quien lo usaba quedaban resecas después de hacerlo pues arrasaba con la más mínima grasitud natural de la piel. Aprovechando ese poder, cuando en la ropa había una mancha muy rebelde, se hacía lo siguiente: sobre ella se untaba una abundante cantidad de jabón y se la exponía al sol, preferentemente si era el fuerte del mediodía o el de la siesta. El resultado era óptimo pues la combinación de jabón de pan más el Febo tucumano era incontrastable y la mancha desaparecía. Debía ser verdaderamente irremediable para que no lo hiciera.
El segundo jabón, el de manos, era más fino y limpiaba la piel sin resecarla. Con él nos lavábamos manos, cara, cuerpo y también la cabeza; en este caso para evitar que quedaran restos jabonosos en los cabellos, se recurría a un método muy sencillo: hacer el enjuague final con agua a la que se había agregado una generosa cucharada de vinagre.
Un día apareció una novedad en la limpieza de los utensilios de cocina: el jabón en polvo. Se llamaba Puloil y venía en un envase tubular semejante al de las pelotas de tenis. A mí me fascinaba la etiqueta que representaba la figura de un cocinero con su tradicional, alto gorro blanco, que muy sonriente y orgulloso mostraba una sartén recién bruñida con el novedoso polvo. Tan reluciente había quedado, que su superficie parecía un espejo, tanto que en él se reflejaba la imagen de un gato travieso que se había trepado a la mesada de la cocina.
A partir de entonces las novedades sobre el rubro jabones se multiplicaron. Surgieron el shampú para lavarse la cabeza, el jabón en polvo para lavar la ropa al que siguió el jabón en escamas de marca Lux,excelente para las prendas finas.
¡Y un día, -en plena “Era espacial”- apareció el “Detergente” maravilla química que facilita tanto la rutinaria faena doméstica de limpiar!
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