¿Y cómo eran las cocinas? No existían -ni nadie imaginaba que alguna vez existieran- las cocinas a gas hoy entre nosotros de uso generalizado; tampoco las eléctricas o las a kerosén. Entonces ¿cómo, con qué se cocinaba? Con leña y carbón, generalmente en primitivos fogones hechos de mampostería. Un gran avance fue la llamada cocina económica como la que había en mi casa. Se trataba de un artefacto espléndido de aproximadamente 1.50m. de largo por 0,80 de profundidad, todo de hierro renegrido, con su marca de fábrica -si mal no recuerdo Dompé- estampada en bronce, material del cual también estaban hechas la barra para colgar instrumentos tales como el atizador y las perillas para abrir el horno, el compartimento por donde se introducían la leña o el carbón y la bandeja donde caía la ceniza que periódicamente debía vaciarse. Gracias a un sistema de cañerías el calor producido se aprovechaba para calentar el agua del baño. A un costado se agregaba la llamada prusiana, un alto anexo de forma abovedada, de contorno semejante al de los campesinos hornos de barro. Allí, sobre lecho de brasas, se cocinaba a fuego lento una tira de asado, la mazamorra infaltable cada día, y se mantenía caliente la comida ya preparada hasta el momento de servirla.
Y la leña y el carbón ¿dónde se conseguían? En las leñerías-carbonerías. Semanalmente se hacía telefónicamente el pedido y llegaban los repartidores -hombres singularmente recios- cargando grandes canastones llenos de troncos más bolsas de carbón y de astillas, menudencia imprescindible para facilitar el encendido del fuego a las 6 de la mañana como señal del comienzo de la actividad diaria.
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