En la historia de la conquista de América se da un hecho asombroso: el de los presagios sobre la venida de los españoles que, en algunos casos, se anticiparon a ella varios siglos. Su ejemplo paradigmático es el que se dio en México cuyo eje es el mito del retorno de Quetzalcóatl, nombre que se daba a dos personajes: uno era un dios, el otro, un héroe divinizado.
El dios fue venerado en las culturas maya y azteca, y era caracterizado como la serpiente emplumada o como el señor de la región del alba, es decir, de la región donde, cada mañana, sale el sol.
El héroe divinizado fue rey de la gran ciudad de Tula a fines del siglo IX del Calendario Gregoriano. Se llamaba Ca Ácatl Topiltzin, pero adoptó el nombre del dios, Quetzalcóatl. Según la tradición se singularizaba por tener piel clara y barba, características no habituales en la raza aborigen. Era hombre sobresaliente por sus virtudes morales y un gran reformador en todos los órdenes, hecho que desencadenó la reacción de un sector antirreformista de la comunidad. Esto lo llevó a abdicar y exiliarse; se fue hacia el Este, llegó al Golfo de México y se internó en sus aguas rumbo a la región del alba. Sin embargo, antes de partir, anunció que un día regresaría y, desde entonces, varias generaciones de aztecas lo aguardaron.
Transcurrieron siete siglos; era ya 1507 y gobernaba México el emperador Moctezuma, hombre extremadamente religioso y supersticioso que aguardaba con especial escrúpulo el comienzo, en ese año, de una nueva era para su país, la llamada Del Sol de Fuego, para la que se presagiaban trascendentales y dolorosos sucesos. Como para confirmarlo, en los años siguientes comenzaron a sucederse fenómenos inusuales, ominosos según los augures. El que más conmovió al emperador y a toda la población fue la aparición de un cometa cuya cabeza señalaba hacia la región del alba. Esto tenía un hondo significado pues estaban en vísperas del año 1519, dedicado al culto de Ce Ácatl Topiltzin, nombre del héroe llamado Quetzalcóatl, el que había prometido regresar para recuperar el poder.
Y un día el vaticinio se hizo realidad: fue cuando, en abril de 1519, una nave de apariencia nunca vista por los aztecas, proveniente de la región del alba, fondeó en Veracruz y de ella descendió un hombre de aspecto acometedor, de piel clara y barba oscura: Era el conquistador Hernán Cortés que en 1521 se adueñó de México.
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