Cuando hablamos de progresos que mejoran la vida diaria, generalmente nos referimos a los tecnológicos tales como teléfono, computadora, televisión, pero hay otros de bajo perfil que merecen mencionarse:
Uno es la práctica bolsa de residuos y para que las generaciones jóvenes valoren lo que digo les cuento esto: En mi juventud la basura domiciliaria compuesta mayormente por restos de comida, se echaba en un cajón de madera que, cada mañana, se sacaba a la acera para que el basurero lo vaciara en el camión recolector del municipio. En ese cajón quedaban adheridos restos que, obviamente, se descomponían, por lo que olía mal al punto de que yo lo recuerdo como uno de los objetos más asqueantes del equipamiento doméstico.
Otro objeto antihigiénico y asqueante, y que hoy afortunadamente ya no existe, era la salivadera. Se la encontraba en todo lugar público, -oficinas, salas de espera- porque los señores acostumbraban mascar tabaco cosa que los hacía salivar abundantemente obligándolos a escupir a cada rato. Si eran educados lanzaban el escupitajo dentro de la salivadera; si no, donde les viniera en gana.
Como opción a esta masticación existía el cigarrillo consistente en el tabaco envuelto en papel especial, sin embargo, el más común era el cigarrillo de chala en que un envoltijo de este material reemplaza al papel. Se los vendía en almacenes, verdulerías o en la calle en atados de seis o doce. Poco a poco los reemplazó el cigarrillo de marca a cuya difusión contribuyó Hollywood, ¿por qué? Porque los astros más rutilantes -Marlene Dietrich, Humphrey Boggart- solían fotografiarse fumando lo que les confería seductor glamour. Por una vuelta de la vida, hoy el cigarrillo pasó del glamour a la categoría de vicio nocivo para la salud y está prohibido fumar en lugares públicos.